Escribe Pepe Rusiñol en El País que “Effort Chikkanha gana 300 millones al mes, pero viste harapos y asegura que no sabe qué hacer para conseguir comida. Es millonario, sí, pero de Zimbabue, donde nada es como en el resto del mundo. Todos estos billetes juntos le alcanzan apenas para comprar 10 barras de pan, si las encuentra. Y la semana que viene le servirán para la mitad: el país sufre un terremoto en forma de inflación -el 100.000% anual- que amenaza con arrasarlo todo”. En definitiva, se puede decir que los millonarios de Zimbaue, salvo, claro está, el presidente y su corte, están en realidad hambrientos.
Si los ricos están hambrientos, resulta estremecedor pensar como estarán los hambrientos de verdad, los más pobres, esos que no van a trabajar porque en Zimbaue sale más barato quedarse en casa que ir al trabajo - el salario de un mes apenas da para pagar una semana el autobús que va de la periferia al centro-.
Y mientras tanto, la Comunidad Internacional permanece en silencio, callada, como si lo que pasase en Zimbabue no interesase a nadie, como si los que mueren de hambre en este país africano fuesen ciudadanos de segunda.
El artículo de Pepe Rusiñol estaba ilustrado por una foto de Associated Press. En ella aparecían Robert Mugabe y su esposa riendo a carcajadas, como si la situación que asola su país no fuese con ellos. Ambos representan la amoralidad en persona, son un ejemplo perfecto sobre lo mucho que se puede degradar el género humano.
Tristemente, tras 28 años en el poder, Robert Mugabe volverá a ser reelegido en el día de hoy. La Comunidad Internacional seguirá callada, mirando hacía otro lado.
Si los ricos están hambrientos, resulta estremecedor pensar como estarán los hambrientos de verdad, los más pobres, esos que no van a trabajar porque en Zimbaue sale más barato quedarse en casa que ir al trabajo - el salario de un mes apenas da para pagar una semana el autobús que va de la periferia al centro-.
Y mientras tanto, la Comunidad Internacional permanece en silencio, callada, como si lo que pasase en Zimbabue no interesase a nadie, como si los que mueren de hambre en este país africano fuesen ciudadanos de segunda.
El artículo de Pepe Rusiñol estaba ilustrado por una foto de Associated Press. En ella aparecían Robert Mugabe y su esposa riendo a carcajadas, como si la situación que asola su país no fuese con ellos. Ambos representan la amoralidad en persona, son un ejemplo perfecto sobre lo mucho que se puede degradar el género humano.
Tristemente, tras 28 años en el poder, Robert Mugabe volverá a ser reelegido en el día de hoy. La Comunidad Internacional seguirá callada, mirando hacía otro lado.
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